En la parte superior derecha del abdomen, justo encima del estómago, se encuentra el hígado, un órgano en forma de triángulo y que en una persona adulta, pesa en promedio 1,5 kilos.
El hígado es responsable de varias funciones: es el encargado de producir la bilis y también otras proteínas digestivas, produce proteínas que ayuda a la coagulación de la sangre, es clave en el control de infeccione, participa en el metabolismo del colesterol, almacena glicógeno (azúcar) que actúa como combustible en los músculos y además, metaboliza alcohol y otras sustancias (drogas y medicamentos).
¿Qué es la cirrosis hepática?
El doctor Armando Godoy, gastroenterólogo de Clínica Dávila, señala que la cirrosis hepática es “una degeneración, una alteración anatómica a nivel microscópico de la estructura del hígado a nivel de las células de este órgano y en las estructuras que son el sostén de las células del hígado”. Este daño a nivel celular se produce como parte “del estadio final de la evolución del daño hepático crónico”.
En otras palabras, “cualquier causa de enfermedad que afecte al hígado y que lo inflame en forma permanente puede conducir a la cirrosis hepática”, señala el especialista.
El hígado es un órgano que tiene la capacidad de auto-repararse. De esta manera, cada vez que se inflama o sufre algún daño (enfermedad, consumo excesivo de grasas, alcohol, obesidad o virus) se repara a sí mismo provocando cicatrices en el lugar de la lesión.
Con el tiempo, estas cicatrices comienzan a formar una fibrosis y este órgano ya no funciona adecuadamente.
“Normalmente, el hígado es como una esponjita pero cuando se ve afecto a la cirrosis hepática aparecen nódulos de células autónomas rodeadas de fibra. Esa es la cirrosis hepática, células encerradas en grupo y envueltas por fibra. Con el tiempo, lo que era ‘esponja’ comienza a endurecerse”, indica el doctor Godoy.
Daño crónico
El tiempo que pasa entre que comienza el daño del hígado (inflamación) hasta que surge el daño crónico no es el mismo en todos los casos. “El tiempo que transcurre para que aparezca el daño crónico, es sumamente variable, depende de la constitución de las personas, de la genética de cada individuo, de la respuesta que tengan frente a lo que inflama el hígado y de la causa de la inflamación”, indica el especialista de Clínica Dávila.
A modo de ejemplo, el gastroenterólogo señala que si alguien bebe alcohol, no es lo mismo hacerlo en cantidad moderada y que este consumo lo lleve a una cirrosis hepática a otra persona que bebe exageradamente y que de manera muy rápida puede llegar a la cirrosis y más aún si este último sujeto combina más de una causa de cirrosis.
De acuerdo a cifras publicadas por el Departamento de Estadísticas del Ministerio de Salud, en el año 2014 y solo en la Región Metropolitana se produjeron 1.655 muertes a causa de la cirrosis hepática. A lo largo de todo el país la cifra fue de 4.195, esto es, casi tres veces la cantidad de fallecidos a causa de los accidentes de tránsito.
El gastroenterólogo de Clínica Dávila explica que hoy los especialistas están preocupados porque el hígado graso una de las condiciones que lleva a la cirrosis hepática está aumentando y hoy es la primera causa de trasplante en el mudo. “La cirrosis hepática es un mal que está relacionado con la obesidad y con el sedentarismo particularmente”, indica el doctor Godoy.
“La grasa que se acumula en el hígado produce inflamación en este órgano que luego se desinflama y vuelve a inflamarse y así varias veces. Esta inflamación-desinflamación constante, terminar por arruinar el hígado y desencadena una cirrosis hepática”, señala el médico especialista.
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