Cuando se habla de desnutrición, se suele asociar con personas que no consumen la debida alimentación, provocando una pérdida considerable de peso y, con ello, una serie de consecuencias perjudiciales para la salud. Sin embargo, existe otro tipo de desnutrición llamada secundaria que se da porque el alimento disponible no es consumido o no es debidamente utilizado por el organismo debido a un problema de salud asociado, lo que provoca como consecuencia, la pérdida de peso de la persona. Así lo detalla la nutricionista de Clínica Dávila, Elizabeth Sagaceta, quien indica por qué se produce este problema.
“Existen trastornos y/o enfermedades que afectan la ingesta de alimentos (enfermedades motoras, neurológicas, psiquiátricas, infecciones gastrointestinales, dietas muy estrictas), otras que aumentan los requerimientos energéticos (infecciones crónicas, quemaduras, traumatismos múltiples, hipertiroidismo, insuficiencia cardiaca) y otras que interfieren con la digestión y absorción de nutrientes (enfermedad celíaca, alergias alimentarias, insuficiencia hepática, deficiencia enzimática digestiva, enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa). También se encuentran aquellas que dificultan la utilización de los nutrientes (cáncer, diabetes mellitus, cardiopatías congénitas) o que aumentan la excreción (diarrea crónica, enfermedad renal, quemaduras extensas)”, agregó.
Si estos problemas no se tratan adecuadamente, podrían desencadenar una desnutrición secundaria. Quienes presentan algún tipo de alteración, deben tener presente algunos síntomas para detectarla de forma temprana, incluso algunos pueden ser considerados peligrosos para la vida, como la insuficiencia cardíaca o neutropenia (disminución considerable de los granulocitos en la sangre).
En este sentido, la especialista de Clínica Dávila, se refiere a los síntomas más comunes de esta patología “el más común, independiente de la causa de la desnutrición, es la baja de peso. Se observa en la disminución del 10% del peso corporal en menos de tres meses en adultos y en niños, el no aumento de peso y la detención del crecimiento, además de la disminución del panículo adiposo (capa de grasa que actúa principalmente como aislante del frío o calor). Por otra parte, es común encontrar síntomas de fatiga, mareos, trastornos hidroelectrolíticos, pérdida de masa muscular, piel seca o fría y alteraciones en el color del pelo. En los casos más severos se puede observar edema, caída del pelo, lesiones en la piel e hipotermia”, señaló.
El tratamiento
Para la nutricionista, lo primero que se debe hacer al momento de atender a un paciente que presenta este problema, es reconocer los factores que desencadenan la desnutrición. Por ello enumera los pasos a seguir.
- Dar tratamiento y solución a la causa de la desnutrición (infección o enfermedad asociada).
- Asegurar el balance energético adecuado, sobre todo en neonatos y lactantes. Esto se realiza mediante la adecuación de la dieta.
Para el caso de desnutriciones menos graves, se propone una dieta balanceada en nutrientes, variada, de fácil digestión y adecuada a cada paciente. Si la desnutrición se presenta más grave (cuando el peso corporal es menor al 60% esperado para la edad y talla y cuando se ven afectadas la función celular y termogénesis) es necesario corregir las alteraciones de los electrolitos, ya que la introducción de la alimentación debe ser gradual, puntualiza.
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