Luis Miranda, de 45 años, fue hospitalizado en Clínica Dávila por COVID-19. Tras permanecer varios días internado, logró recuperarse. Conoce su testimonio.
En la mañana del 5 de mayo, Luis se preparaba para partir su jornada como conductor de trenes de Metro de Santiago. Como era costumbre, se levantó a las 4:00 AM, para comenzar a trasladar a los pasajeros a tiempo.
Según relata, ese día empezó con tos, aunque no le dio mayor importancia hasta el mediodía, cuando en el trabajo tomaron su temperatura y marcó 38.5° C. “Dicen que los síntomas son muy parecidos a los de un resfrío común, pero no es normal tener fiebre tan alta y a mí me dio de un momento a otro”, comenta y agrega: “Vivo con mis papás que son viejitos, entonces, inmediatamente me preocupé y pedí una hora en la clínica”.
Así, llegó esa misma tarde a la Urgencia Respiratoria de Clínica Dávila. Tras ser examinado por un especialista, le realizaron el examen PCR para COVID-19, que después de unos días arrojó un resultado positivo. Al día siguiente de recibir el diagnóstico, despertó con una tos que describe como fulminante. “El doctor dijo que si me sentía mal, me fuera a la Urgencia y eso quise hacer, pero no tuve la fuerza para tomar el auto. Era tan fuerte la tos que no podía manejar”, asegura.
Por esta razón, fue trasladado en ambulancia hasta la Clínica. En el Servicio de Urgencia lograron estabilizarlo, pero a medida que pasaron las horas, los resultados de los exámenes de Luis empeoraron, por lo que los doctores tomaron la decisión de conectarlo a un ventilador mecánico.
Justo antes de que esto ocurriera, Luis despertó de un sueño que él cataloga como “un milagro”. “Se me aparecieron mis abuelos que fallecieron hace muchos años. Estaba muy contento de verlos y dije: ‘abuelita, viniste a buscarme’, estiré mi mano para alcanzarlos, pero ellos se dieron vuelta y se fueron. Desperté y a mi lado había dos doctores, alcancé a escuchar que decían que tenían que conectarme porque no estaba respirando bien y dije: ‘doctor, pero si yo estoy bien’”, recuerda.
Sorprendidos, los doctores miraron una de las máquinas de monitoreo a la que estaba conectado Luis y notaron que sus parámetros estaban mejorando. Decidieron repetir los exámenes y, tras la evaluación de otros dos especialistas, tomaron en conjunto la decisión de no utilizar asistencia respiratoria, aunque debía permanecer en observación en la UTI.
Consecuencias del COVID-19
Luis estuvo dos días en la UTI antes de ser trasladado a una habitación en la que estuvo hospitalizado por aproximadamente 12 días más. Según lo que recuerda, los primeros seis fueron los peores. Los síntomas se agudizaban, la fiebre no bajaba y sentía que los medicamentos no hacían efecto. Situación que se repitió en su casa cuando le dieron el alta. “Pensé que me iba a morir, porque no se me pasaban los síntomas”, dice.
El proceso de recuperación fue lento. Poco a poco Luis empezó a sentirse mejor, pero el nuevo coronavirus había dejado secuelas. “El virus afectó mi musculatura, quedé muy delgado y me costó mucho volver a caminar, porque no tenía fuerza en las piernas. Estuve dos semanas tratando de caminar normal, hasta que lo logré. Hoy estoy mejor, recuperándome junto a mi familia en Concepción”, cuenta.
Con respecto a la atención que recibió en Clínica Dávila, Luis se emociona y afirma: “Estoy muy agradecido del personal de la Clínica que me atendió, desde la señora que hace el aseo hasta la Dra. Paredes, que me fue mi médico broncopulmonar. Todos estuvieron preocupados de mí, las 24 horas del día, y me encargué de decírselo a cada uno mientras me atendía. No tengo palabras para agradecer lo que hicieron desde que llegué a la Urgencia hasta que me dieron de alta. Fueron muchas personas y, aunque solo veía sus ojos, a través de ellos podía ver el amor con el que me atendían”.
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