Periódicamente, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), realiza pruebas que miden varios aspectos educacionales de sus países miembros.
Hace poco, se dieron a conocer los resultados de Chile y uno de ellos llamó la atención de los padres y profesores: el 56% de los alumnos de segundo medio (15 años) dice sentirse ansioso antes de rendir una prueba o un examen, pese a que reconocen estar preparados para hacerlo y haber estudiado lo suficiente. En países como Suiza y Holanda, el porcentaje de menores ansiosos por una prueba no supera el 40%.
A juicio de la doctora Paz Quinteros, psiquiatra infantil y de adolescentes de Clínica Dávila, todos los estudios muestran que los cuadros ansiosos en niños y adolescentes están aumentando. ¿La razón? Al parecer, este incremento está relacionado con las mayores exigencias que la cultura de la sociedad moderna pide a los niños desde que son pequeños, las condiciones psicosociales adversas y el aumento de cuadros psiquiátricos. Según la especialista, la ansiedad, como síntoma, está frecuentemente presente en otros diagnósticos.
Según la propia OCDE, para que los niños y jóvenes sean menos ansiosos, los colegios y, también las familias, deben evitar que el fracaso académico sea visto como un motivo de vergüenza, sino como un aprendizaje que permita mejorar.
La doctora Quinteros señala que lo peor que se puede hacer es decirle al menor que “no se estrese” porque con esa frase no se está validando su emoción. Por el contrario, insiste la especialista, hay que mostrar a los niños y jóvenes que sus pensamientos generarán sentimientos y posteriormente acciones. De esta forma, en la medida en que se logre distraer o evitar los pensamientos que pueden ser más catastróficos, tienes más probabilidades de estar tranquilos y optimistas.
Es importante, dice la psiquiatra, recordar cómo se enfrentaron los miedos anteriores y cómo se superaron, destacando las fortalezas de los menores pero, al mismo tiempo, ayudar a reconocer sus posibles puntos débiles y asumirlos para trabajarlos.
Lo que sí se debe evitar, según la doctora Quinteros, es la sobreprotección, aunque los padres puedan sentir que es parte de su rol. La sobreprotección puede ser interpretada por el menor como que no tiene las capacidades para protegerse por sí solo.
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