Cuando hablamos del bullying en niños y adolescentes usualmente y, por razones lógicas, nos enfocamos principalmente en los niños que lo sufren directamente. Sin embargo, poco se informa sobre el niño o niña que ejerce la violencia o de sus pares que, por temor a también ser acosados, apoyan esta conducta o simplemente la pasan por alto. Para lograr entender y abordar esta problemática de manera asertiva, resulta fundamental integrar a todos sus actores, estableciendo un plan de trabajo que nos involucre a todos.

Agresor

Según explica Viviana Miranda, psicóloga infantil y de adolescentes de Clínica Dávila, el agresor es un niño que, probablemente, tenga vínculos afectivos muy débiles, donde se siente poco querido o poco importante dentro de su núcleo familiar. Es un individuo que generalmente no está satisfecho consigo mismo, que no está vinculado con su entorno o que dentro de su familia no abordan efectivamente sus faltas.

Esta frustración, que además puede ser agravada por maltrato o algún otro tipo de conflicto interno, la vuelca en agresividad hacia otro, ya que no ha desarrollado dentro de su familia formas de solucionar adecuadamente los problemas que pueda experimentar. Las familias estamos constantemente enseñando cómo enfrentamos las diferencias, los conflictos y si somos capaces de resolverlos o desviamos la atención, o actuamos de manera agresiva ante ellos.

“Debemos tener presente que los adultos somos moldeadores de la conducta de nuestros hijos. Según la forma que reaccionemos ante situaciones adversas, así nuestros hijos actuarán”, comenta la psicóloga. En ese sentido, algo tan básico como el respeto, ofrece un marco a los niños de su trato con los demás.

Testigos silentes

Muchas veces el apoyo de los compañeros hacia el agresor o disociación hacia estas conductas disruptivas, se fundamenta en el miedo que sienten de que les vaya a suceder lo mismo. Sin embargo, orientarlos sobre cómo reaccionar ante estas situaciones, resulta esencial al momento de regular el bullying escolar.

Para esto, la psicóloga Viviana Miranda sugiere generar espacios donde se puedan hablar de las emociones y de ir evidenciando cómo, trabajando todos en una misma dirección, se logra contrarrestar las situaciones de abuso. También entregar herramientas de cómo solucionar los conflictos destacando la importancia de respetarnos en nuestras diferencias. “Tener conciencia que tengo los mismos derechos que tú porque soy persona. No importa cómo está constituida mi familia, si mi piel es de otro color o pensamos diferentes, debemos ponderar la diversidad”, comenta la psicóloga.

El rol de las instituciones educacionales

Para que se acabe el bullying se requiere de la proactividad de todos. Resulta fundamental que las escuelas y colegios cuenten con un protocolo adecuado para intervenir antes estas situaciones y darle la importancia que tiene dentro de la comunidad escolar.

A continuación, algunos consejos prácticos:

  • Transparentar el conflicto y abordarlo de manera integral: niño/a que sufre de bullying, agresor, familias respectivas, profesores y compañeros. Cuando se enfrenta la situación, se abre una oportunidad de moldear las conductas conflictivas y trabajar en equipo.
  • Aplicar el “Buzón Anónimo”, una de las opciones que más se está utilizando para detectar casos de bullying. Permite a los niños contar lo que está pasando (indicando a agresores, con nombre y apellido) sin ser identificados. Esto proporciona información que alerta a los profesores y les da la oportunidad de investigar e intervenir oportunamente.
  • Validar los sentimientos de quien está sufriendo el bullying y concientizar al agresor que lo que está haciendo no está bien. No se trata de estar en contra del niño que abusa, sino de sumarlo como parte de la solución. Mensajes como: “No se permite esta conducta porque te queremos”, “Porque queremos confiar en ti” y “Que todos puedan sentirse mejor”, contribuyen a esta propuesta.
  • Establecer límites y activar un plan de trabajo. Puede ser que en un principio existan ciertas aprehensiones pero, en los pocos casos que se ha abordado de esta forma (integral), el resultado ha sido muy positivo. Cuando los papás del agresor se dan cuenta que su hijo está siendo, también cuidado y protegido, comienzan a entender la problemática y a involucrarse.
  • Que los profesores enfrenten este desafío desde la perspectiva que formar buenas personas es igual (o más importante) que la propia instrucción.

“La forma en que los seres humanos solucionemos los conflictos es la herramienta que les estamos entregando a los que son el futuro de nuestra sociedad”, concluye la psicóloga.

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